Hace un par de semanas, mi marido y yo nos alojamos en el hotel Comendador de Carranque, un pueblecito de Toledo y como buena foodie quise conocer las delicias de su restaurante propio: El Zaguan.
¿Sabéis lo que quiere decir zaguán? a mí me sonaba esta palabra, pero la verdad que tuve que buscar su significado y entonces lo entendí todo. El zaguan que proviene del árabe es la sala o pieza de una casa inmediata a la puerta principal de entrada. Y qué mejor presentación del hotel que lo bien que se come en este restaurante de 4 tenedores.
Es cierto que me encanta comer, que hacía mucho que no hacíamos una salida (iba a decir solos, pero solos del todo, no porque fuimos con el Cuarto), pero el caso es que la cocina de este sitio me dejó un sabor de boca de lo más dulce.
Os voy a enseñar los platos que pudimos probar: primero, la cena del sábado noche en un agradable patio que habilitan afuera del restaurante para ese momento del día. El entorno, inmejorable: tan sólo unas cuantas mesas, el sonido del agua cayendo de una fuente, baladas de Céline Dion o los Divos de fondo..y luego esta comida que ahora os enseño.
Esto son unos deliciosos calabacines rellenos de brandada de bacalao con bechamel. No os que me encanten esta verdura, pero estaba de muerte. Muy suave y súper fino el plato.La porción justa para un primer plato.
Marido escogió este rico gazpacho que yo también probé (soy muy de probar todo del plato del vecino, una costumbre de mi familia, supongo). Suave, pero rico,rico. Servido muy elegantemente en un sifón por unos camareros muy educados y agradables. Un gusto que el personal sea así.
Un gran aspecto a resaltar del restaurante es su parrilla. Afuera de El Zaguan han colocado una gran parrilla para asar las carnes, pescados y verduras. Un gran acierto pues le da a todo ese sabor característico tan sabroso e inconfundible. En este caso, la lubina de mi marido con sus patatitas. Le encantó, obviamente.
Aunque era de noche, yo me decanté por una carne porque soy más carnívora, la verdad y ésta no me decepcionó. Hecha a la parrilla también estaba espectacular con sus patatitas.
De postre tomamos algo poco light, lo sé, pero es que para una vez que sale una, hay que aprovechar, oye. Flan casero para mi marido y brazo de gitano para mí. El complemento dulce perfecto para una cena magnífica.
Al día siguiente comimos a mediodía dentro del restaurante en sí decorado con un estilo rústico muy agradable.
Yo me tomé una ensalada muy fresquita y apetecible con manzana y piña:
Mi marido optó por unos mejillones en salsa de tomate que le quitaron el sentido:
De segundo plato los dos escogimos carne porque el secreto ibérico nos encanta a los dos. Éste era con salsa de Pedro Ximénez. Se deshacía en la boca.
De postre un flan casero y un arroz con leche muy ricos. Todos los postres son caseros y eso se nota una barbaridad porque cada vez es más difícil de encontrar y el sabor no tiene nada que ver.
Esta es la entrada al restaurante El Zaguan. Y valga la redundancia: el zaguán del Zaguán:
Para nuestra segunda cena repetimos ensalada y gazpacho que estaban muy ricos y eran ligeritos. Para los segundo no pude sino lanzarme de nuevo a las carnes sabiendo lo buenas que quedaban a la parrilla. Pluma ibérica en salsa con su cama de patatitas. Espectacular también. Creo que después de comer así de bien esos días, nada volverá a ser lo que era.
De postre quise variar y probé una tarta de hojaldre de manzana. Ligerita, a pesar de la crema inglesa y la nata. Un broche perfecto para nuestra última cena.
Mi más sincera enhorabuena a los chefs por esta cuidada carta.
Además, uno siempre puede tomarse una copa en los agradables jardines del hotel. De día propicia mucho para tomarse un vermú y de noche, perfecto para relajarse.
El lugar acoge también recepciones de bodas u otros eventos como el que pudimos presenciar estando nosotros allí mismo.
El próximo día os hablaré del Spa del hotel. Seguro que os gusta tanto como la comida.