Este es un  «must write post», es decir, un post que tengo pensando hace mucho tiempo, aunque no sé si me va a salir tal cual lo he ido pensando mientras le doy el pecho a mi niño por las noches, voy andando por la calle, cocino…etc

Realmente la inspiración me vino el otro día al leer un magnífico post de Eloísa en Una Maternidad diferente  en el que se hablaba de por qué muchas hemos juzgado (y me incluyo dentro de ese grupo) a Soraya Sáez de Santamaría. A pesar de ser la mayor de siete hermanos, nunca pensé que tendría dos hijos a los 26 años. Tampoco pensé en que les daría el pecho y es que, realmente yo no había sido la típica mujer pro-lactancia que puedo ahora decir orgullosa que soy. Reconozco que me escandalizaba al ver a otras mujeres dando el pecho en público, me molestaba y pensaba que se debían ir a sus casas a hacer «esas cosas».

Ahora héme aquí: dando todas las tomas de pecho al Menor de 8 meses pues está malito y no acepta otra cosa que no sea mi leche. Puedo decir orgullosa que jamás ha probado un biberón. El Mayor tomó pecho hasta los 12 meses y tan sólo aceptó un par de biberones de mi leche un día mientras me fui a hacer un examen (sí, aquel del Nivel C de catalán que no llegué a aprobar, después me rendí y me enfadé con el mundo por ello).

Me acuerdo que mi mayor preocupación al quedarme embarazada de mi segundo hijo cuando El Mayor tan sólo tenía 6 meses fue si podría seguir dándole de mamar. En seguida llamé asustadísima a las del grupo de lactancia de mi localidad: Mamimamo. En seguida me respondió una mamá muy amable y me dejó de lo más tranquila cuándo me informó de que mi leche no desaparecería repentinamente, tal y como yo pensaba. Su composición variaría y  podría ser que mi hijo, poco a poco, la fuera rechazando, pero yo podía seguir dándole todo lo que quisera. Para mi sorpresa (pues yo soy pesimista, no; lo siguiente) le pude dar otros seis meses más hasta que él decidió que no quería más. Tuve tres meses de lo que algunos llamarían «tregua», pero el caso es que yo lo echaba de menos…el destete siempre da pena pues es mucho más que dejar de alimentar a un hijo. Está toda la parte emocional, por eso siempre te dicen que cuando destetes a tu hijo le tienes que dedicar atención de otra manera, darle muchos besos y abrazos y demás porque le estás privando de una forma más de expresar tu cariño hacia él.

La gente se piensa que eres una loca, una heroína por dar el pecho más allá de los cuatro meses, cuando en realidad debería ser lo normal llegar hasta el año mínimisimo. En muchos países lo hacen y no les pasa nada, al contrario, sus hijos están menos obesos que muchos españoles.

Dar el pecho es sólo ventajas, con el único «inconveniente» de que tienes que estar ahí siempre para tu bebé. ¿ Pero acaso es eso algo malo? ¿no debería una madre estar siempre con su bebé, a todas horas? Los posts de Louma en su blog Amor Maternal me ayudan enormemente a defender con orgullo todo aquello que yo he ido haciendo sin el apoyo de nadie (excepto el de mi marido, obviamente, si no, no lo habría conseguido), simplemente porque estaba convencida de que era lo mejor para mis hijos.

El problema que tienen muchas madres es la falta de información. A pesar de vivir rodeados de medios de comunicación, evidentemente es mucho más rentable que desde las clases pre-parto nos convenzan de que la leche materna (si tienes suerte, es decir, si eres «de esas afortunadas que tienen leche») es hasta los 4 meses y luego, venga a inflarles a cereales, lo cual tampoco garantiza que duerman mejor por la noche, motivo frecuente por el que muchas madres recurren a ello. De todo ello habla Louma en un magnífico artículo en el que explica por qué deberíamos hacer boicot a marcas como Nestlé. La leche materna es gratis y eso es lo perjudicial para muchas empresas. Nuestra leche natural debería ser su mayor competidor, aunque lo triste es que, en realidad, no lo es.

Yo, desde luego, he aprendido la lección: never say never. Pero ni de juzgar a otros ni de nada porque luego nunca sabes si acabarás haciendo tú lo mismo. Mientras tanto, ando ansiosa de que mi pequeño se levante para poder compartir con él unos momentos mágicos mientras le doy el pecho y siento que conectamos: él me necesita, pero yo le necesito también. Le necesito cerca mío, piel con piel, sabiéndome imprescindible para él, ansiosa de así poder darle lo mejor de mí, de amarle. Él me necesita para olerme, escuchar los latidos de mi corazón, notar que lo abrazo con amor, que no me he ido, que sigo ahí. ¡Ah, se me olvidaba!, y para calmar su hambre, también.

Futuras madres o madres que ya habéis dejado de amamantar , no dejéis de luchar por dar el pecho, de verdad. Compensa con creces. Nunca digáis: «de este agua no beberé».

María

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