Ya os comentaba de pasada en mi anterior post, lo importante qué es la alimentación durante el embarazo y cómo con cada gestación intento hacer un esfuerzo por comer un poco más sano y mejor.
Ayer tuve la suerte de asistir a un taller muy interesante titulado: «¿Por qué el intestino es nuestro segundo cerebro?» organizado por los laboratorios  Zambon que me hizo reflexionar más sobre este tema porque realmente es apasionante ver cómo influye lo que comes con la salud que puedan adquirir luego tus hijos.

Empezamos con un desayuno muy saludable en el colegio de Periodistas de Cataluña que me hizo recordar mis tiempos «mozos» cuando durante la carrera de Periodismo vinimos aquí.

Empezamos con una interesante charla impartida por la Dra. Estefanía Moreno, la cual nos explicó cómo en el vientre tenemos un concentrado de inteligencia porque hay concentraciones de unos 200 millones de neuronas intestinales. La verdad es que yo soy de letras, así que nunca había reflexionado mucho sobre el tema de las bacterias, pero ¿sabíais que hay mil veces más bacterias viviendo en nuestro interior que personas hay en el mundo? De modo que todo lo que ocurra aquí dentro influye enormemente en nuestra salud y personalidad, incluso.

Aprendí también que el término correcto para designar lo que pasa por los intestinos no es «flora intestinal» como dicen muchas veces en los anuncios de yogures de cereales que escuchamos por la tele, sino «microbiota intestinal«. ¿A qué os he dejado perplejas con la palabrita? pues esperad, que vienen más.

Tampoco os quiero aburrir con términos y explicaciones muy científicas porque las madres ya vamos bastante zombies por la vida como para leer cosas de alto nivel que requieran mucha concentración, pero os lo voy a intentar transmitir de la misma manera llana que me lo explicaron a mí.

Resulta que igual que los bosques están en deforestación, también lo están nuestros aparatos digestivos por la evolución de los últimos 800 millones de años, el tipo de vida que llevamos, el stress, la mala alimentación y demás. Somos colonias de bacterias andantes (qué mal suena eso,¿no?), lo que significa que por cada célula humana hay nada menos que 10 bacterias en nuestro intestino. Para que os hagáis una idea: nuestro cerebro puede llegar a pesar un kilo y medio, pero el conjunto de la microbiota intestinal adulta pesa 2kg. Y es que según nuestro material genético estamos compuestos en un 99% de bacterias y en un 1% de material genético humano.

Pues vaya, os estaréis pensando, pero tranquilas que esto no es nada malo, al contrario, esto señala lo importante que es nuestra alimentación ya que de ahí dependen muchas enfermedades o alergias que podamos desarrollar a lo largo de nuestra vida y lo mismo aplicado a lo que les transmitimos a nuestros hijos durante el embarazo. Ya sé que habréis oído muchas veces que si tal producto u otro da cáncer, que deberíamos comer de una manera radicalmente diferente y en todo esto hay parte de razón. Quizás no podemos tener nuestro propio huerto y alimentarnos exclusivamente a base de eso, pero sí que podemos hacer pequeños cambios en nuestras vidas para intentar comer mejor.

Según los estudios, dependemos de la microbiota intestinal materna que se nos transmite en el vientre materno a través del líquido amniótico. A partir de entonces, cada paso que demos va a tener unas consecuencias u otras. Empezando por algo tan a la orden del día como un parto por cesárea. ¿Sabéis que los niños que nacen por esta vía tienen más posibilidades de desarrollar alergias en un futuro? yo desde luego pienso en el Mayor y así es, aunque esto no significa que cada niño nacido por cesárea vaya a ser luego alérgico. Lo natural es que el bebé pase por el canal del parto y esté en contacto con las bacterias propias de esa zona, no con las manos de un doctor con guantes y quizás unos forceps también porque por muy esterelizado que esté todo, las bacterias de un medio u otro son muy diferentes y nos afectan de forma distinta desde nuestros inicios.

¿Acaso no vemos a nuestro alrededor como cada vez hay más niños con dermatitis atópica? ya sabréis que es debido al exceso de «limpieza» en la que vivimos en nuestros días y sé bien de lo que hablo pues en casa todos tenemos dermatitis atópica, así que debemos ser requetelimpios…demasiado! 😉

Los primeros años de vida son fundamentales, por eso, un exceso de ingesta de antibióticos desde la primera infancia acompañados de una dieta rica en azúcares va a hacer que haya más posibilidades de desarrollar celiaquía, enfermedades alérgicas, síndrome de colon irritable, TDAH, diabetes, obesidad, cáncer colo-rectal y hasta enfermedades psiquiátricas. Pues todo esto puede pasar por una disbiosis, es decir, una alteración en la microbiota intestinal.

Con esto no pretendo demonizar los antibióticos pues desde que se inventó la penicilina vivimos más y se han erradicado muchas enfermedades, aunque también es cierto que han surgido otras tantas que antes no existían. Yo antes iba a un médico que pasara lo que te pasara, te recetaba Zitromax y mi marido se reía porque me preguntaba cada vez que iba: ¿qué: Zitromax, no? Pues si ya los adultos reaccionamos regular ante ciertos antibióticos que nos provocan diarreas, ¡cuánto más no les pasará a nuestros hijos!

Por este motivo, se recomienda usar los antibióticos sólo cuando sean estrictamente necesarios, pero sobre todo, acompañados siempre de un probiótico, aunque cada vez son los médicos que los recetan. Los probióticos son microorganismos vivos que administrados en cantidades adecuadas confieren beneficios de salud en el huésped». Pero ojo, que no vale cualquier probiótico que nos vendan en la farmacia. Cada enfermedad y cada persona necesita un tipo de probiótico que podéis consultar en esta web. La eficacia de los probióticos depende de su cepa y cada cepa tiene, por tanto, sus beneficios.

Los laboratorios Zambon nos muestran ultralevura. ¿Ultra qué? pues no será tan raro si hasta mi madre se acordaba que a nosotros siete nos daba eso cuándo teníamos diarrea de pequeños. Este medicamento lleva saccharomyces boulardii y es de los probióticos que más se han estudiado y nos deben dar, por tanto más seguridad a los consumidores.

A continuación, nos habló la Dra. Laura Arranz más específicamente sobre cómo llevar una alimentación rica en fibra vegetal que nos ayude a nuestra microbiota. El problema es que las bacterias y las levaduras se alimentan de fibra (alimentos vegetales) y azúcares. Por eso mencionaba anteriormente por qué es importante reducir la ingesta de azúcares en la primera infancia y por un motivo diferente del típico «para que no se te piquen las muelas y tengas que ir al dentista». Y es que algunas de las levaduras patógenas se alimentan de azúcares como candidas bucales o vaginales, así que cuando tengamos hongos ya sabéis lo primero que hay que eliminar de la dieta. En esos casos necesitaremos un menú más rico en fibras vegetales.

Cuando hablamos de fibra, quizás pensamos en las famosas galletas Digestive, pero la Dra. nos explicó que llevan la fibra de las legumbres, por lo que hay gente que las toma por un motivo y luego, al final, sirve para todo lo contrario, así que ya sabéis: ¡No a las digestive! ( y ya ni os hablo de su versión chocolateada que es un engañabobos).

Antes se pensaba que la fibra no engordaba, pero ahora se ha descubierto que sí, y que, aunque no es un nutriente, la necesitamos en nuestra dieta en unos 25-30 gramos al día que se pueden obtener fácilmente de la ingesta de frutas y verduras y legumbres, sobre todo. Hay dos tipos de fibra:

a) La fibra insoluble presente en los frutos secos, salvado de trigo, cáscaras comestibles, semillas..Tiene la función de aumentar el volumen, la saciedad, el tránsito y alimentar a la flora intestinal.
b) La fibra soluble presente en las verduras, frutas, legumbres, cereales…Tiene la función de arrastre, es decir, de escoba, para barrer todos los deshechos de lo que comemos que no sirve para nada.

Pues todos estos tipos de fibra que os acabo de explicar es lo que se denominan los prebióticos. Así que ya sabéis, en frutos secos como pistachos, cacahuetes u otros, no quitéis siempre la cáscara blandita de color  rojo o marrón pues ahí hay muchísima fibra que si no, nos estamos perdiendo. Evidentemente, la naturaleza ya marca que la cáscara muy dura de fuera no la comamos porque nos partiríamos los dientes en un intento, pero la blandita sí. No te acostarás sin saber una cosa más 🙂

La Doctora Arranz también nos habló de otros muchos superalimentos que yo os había mencionado justo en mi último post, entre los cuales me sorprendió que mencionara el yogur pues ese no salía en la última lista que yo consulté. Pues veréis, el yogur es un gran probiótico, aunque no todo lo que venden en el supermercado etiquetado como «yogur» lo es verdaderamente. Por ejemplo, los supuestos yogures que no necesitan refrigerado (como unos que hay para bebés), no lo son porque los probióticos necesitan de la nevera porque son microorganismos vivos.

Como en la alimentación todo cuenta, aunque sean pequeñas cantidades, lo mejor es comer variado, pero eso sí evitando alimentos como: embutidos, carnes rojas, la carne hecha en barbacoa incluso nos la mencionó la Dra. Arranz (cosa que me sorprendió mucho), los fritos y todo el fast food azucarado, es decir, cereales, bolletería industrial, bebidas gaseosas, chucherías…etc.Vamos, aquello de lo que casi todos nos alimentaríamos exclusivamente si no fuera tan malo.

Evidentemente, a nuestra alimentación también afecta el estrés, la falta de sueño, el tabaco y el exceso de medicación. Por este motivo, muchas veces, si estamos nerviosos o cansados es fácil que lo intentemos compensar con un pico de azúcar. ¡Qué levante la mano la que no se ha zampado un helado o un donut al estar depre!

Cuando haya diarreas, ya sean normales o más graves como la diarrea del viajero, tenemos que hacer la clásica dieta blanda  o astringente para desinflamar el tracto intestinal consistente en:

Sí: yogur natural, membrillo, carnes blancas, pescado blanco, tortilla francesa, patata o zanahoria, arroz, pan blanco tostado (que así se digiere mejor), manzana, plátano, limón, galletas tipo María, agua y suero oral
No:  lácteos, otras carnes, pescado azul, huevo frito, verduras, pan integral, frutos secos, chocolate y grasas.

También es importa tomar los alimentos a temperatura ambiente, nada ni muy frío ni muy caliente porque eso también estimula el intestino.

Así que tras todas estas lecciones magistrales en biología y nutrición, no me queda más que agradecer a las doctoras Moreno y Arranz por todas sus enseñanzas y a Ana Rodriguez de laboratorios Zambon por este interesante taller. Así que ya sabéis, vosotras, mamis, buscad el tipo adecuado de probiótico para cada etapa por la que esté pasando vuestro hijo: bien sea un brote de dermatitis atópica fuerte, una diarrea, defensas bajas…y ya me contaréis qué tal os va. Quizás muchas penséis que antes no se tomaban estas «cosas» y la gente estaba la mar de bien, pero entonces recordad que antes tampoco había tantas dermatitis ni celiaquías ni otras alergias alimentarias.

¿Os animáis a una vida más sana? contádme aquí cómo pensáis hacerlo. Estaré encantada de saber vuestros tips para un healthy lifestyle.

María

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